23 sept 2010

Hablando de icontrolados... (sobre los últimos episodios de lucha de los mineros leoneses)


La presente situación de la minería merece un análisis más detallado y profundo del que podríamos decir en este artículo, que nació como respuesta al interés mediático, empeñado en mostrar sólo una cara de la moneda.

El pasado 8 de setiembre comenzaba una huelga del sector minero de la cuenca leonesa. En esta cuenca nunca estuvo la cosa tan podrida. Tradicionalmente el trabajo era la mina, pero la sucesiva reestructuración económica que fue prejubilando y despidiendo en los últimos quince años a más de 20.000 mineros, fue abocando a esta región, comprendida por más de 500.000 habitantes que directa e indirectamente dependen del carbón, a la ruina económica.

Ante una situación límite, incluso desesperada, sobre todo para los que tienen que saldar cuentas con las altas sumas de dinero que exige la educación pública de sus hijos, los mineros comenzaron una huellga para ellos necesaria y, en cambio, beneficiosa para los empresarios. Ya estaba así ideada la trama perfecta para que se abriera el telón y comenzara el espectáculo. Todo un show que nos ofrecieron los sindicatos, en colaboración con la guardia civil, patrocinado por Victorino Alonso y Manuel Lamelas Viloria (1).

Precisamente, este primer personajillo del que hacemos referencia, alias “Don Vito Carbone” (2), una de las claves para entender esta huelga, es el mayor interesado y, por lo tanto, el mayor instigador; un patán desalmado, capaz de dejar durante meses a miles de familias sin cobrar para presionar al estado y poder conseguir mejoras, tales como el Real Decreto y millones de euros para su ya inflado patrimonio.

Para entender la mentalidad de hombres como este, sólo hacer falta recordar su pasado franquista, o ver que de entre sus muchas propiedades figura un famoso coto de caza en el que se encuentra "La cueva de Chaves" (3) que era uno de los mejores yacimientos arqueológicos del Neolítico en la península ibérica que él mismo mandó dinamitar, y así no tener que abrir la finca ni rendir cuentas con arqueólogos e instituciones públicas.

Una vez más está conseguiendo buenos frutos, pues pasados diez días de huelga, el estado le ingresó la friolera cantidad de 8 millones de euros, suficientes para pagar a la plantilla durante mucho más tiempo que los dos meses que llevan sin percibir su salario. Pero, como era de esperar, su política mafiosa fue pagar tan sólo medio mes y afirmar ni más ni menos “esto no da ni pa pipas” (4).

No menos importante en este espectáculo es el papel de los sindicatos. Pocas veces se les vio tan claramente trabajando por los mismos intereses que los empresarios, y poucas veces se percibió tan bien el intento de estos por controlar las huelgas. Para lograrlo, debían lidiar con los restos del sector minero -con una amplia tradición de lucha real-, e intentar, por un lado, dar un halo de radicalidad a sus reivindicaciones (que, como hemos dicho, son las mismas que la de los empresarios, el famoso real decreto), con la esperanza de que los obreros, cada vez más cabreados, sigan bajo el rebaño de sus consignas.

Es la clásica política de la zanahoria y el palo: por una parte ellos pactan con los medios y la guardia civil los cortes, por otra, para aquel que salga del redil e intente provocar daños reales, centenares de G.R.S. (5), grupo de élite de “máximo nivel” de la guardia civil especializado en la contención donde hay grandes concentraciones de masas y en la detención de “personas peligrosas”, entre otras cosas, provistos de sofisticadas brigadas helitransportadas, repartiendo leña a diestro y siniestro.

No es de extrañar que muchos de estos mineros, conscientes de su situación y capaces de enfrentarse con estos clásicos enimigos, decidiesen cambiar de tácticas de lucha, organizándose autónomamente al margen de los sindicatos.

Y así comienza la batalla de la cuenca, esperamos que no sea la última.
Mineros de Bembibre y Villablino empezaron, con piquetes poco numerosos pero muy efectivos, a organizar cortes de tráfico sucesivos, colapsando puntos estratégicos de las principales vías de comunicación a su paso por la región. Y para dificultar todavía más instaurar la normalidad, hacían cruzar vehículos de grandes dimensiones y les quitaban las llaves; ruedas pinchadas, mercancía tirada, barricadas para defenderse de las fuerzas del orden, tanto en la entrada de los pueblos como en los mismos puntos donde organizaban los cortes... Y si las condiciones numéricas eran favorables no dudaban un instante en enfrentarse con la guardia civil.

Tampoco los empresarios y sus secuaces (capataces, encargados, ingenieros…) estaban fuera del punto de mira de los llamados “incontrolados”. Algún que otro piquete logró interceptar a alguno de estos personajillos y darle un pequeño susto.

Mientras, los sindicalistas están siendo cada vez más cuestionados, tanto en las asambleas como directamente en los enfrentamientos, en los que ni se les veía de lejos, recibiendo silbidos, abucheos e insultos…

No sabemos en que quedará la cosa, lo que sí sabemos es de qué lado estamos. Quizás otra vez sean derrotados, y quizás sean pocos para luchar contra tanta barbarie, pero nunca podrán avergonzarse de esconder la cabeza en este episodio, como muchos otros sí tendrían que hacerlo.

www.abordaxerevista.blogspot.com

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