3 oct 2011

Grupos de Acción Revolucionaria Internacionalista. La revuelta olvidada


Los GARI fueron unos grupos autónomos que existieron en Francia y España en los años 1974 y 1975 y que actuaron después de la detención de los militantes del MIL y sobre todo a partir de la condena a muerte y ejecución a garrote vil a Puig Antich. Después de la disolución del MIL, decidieron seguir combatiendo formando y potenciando pequeños grupos autónomos, sin siglas, anónimos, buscando la manera de coordinarse, a partir de la acción. Considerábamos que ése era el tipo de organización eficaz, contra la dictadura y el Capital, la manera menos vulnerable de combatir al Estado franquista. La idea era intervenir en las luchas, en sintonía con las luchas obreras y populares y en sintonía con el entusiasmo revolucionario de acabar con Franco y su principito. Éramos principalmente estudiantes, de clase media, en rebeldía contra el Estado en sus diferentes formas (Dictadura, militares, trabajo, universidad, familia, Capital, Medios de información, violaciones de los derechos más elementales). Muchos proveníamos del entorno libertario. Los franceses estaban relacionados con los exiliados españoles de la CNT por lazos familiares o por afinidad. Otros, como el Grupo Primero de Mayo, provenían directamente de la CNT.

Estábamos influenciados por el mayo del 68 francés y sus ideas antiautoritarias, el situacionismo, los intelectuales franceses Sartre, Camus, Genet, Guy Debord, Baudrillard. Había una predisposición a la solidaridad, a participar en las luchas, a protestar, a insurreccionarse al constatar que el Estado violaba los derechos más elementales. Todos nos fuimos concienciando y formando en las huelgas y manifestaciones, formando parte de piquetes, en grupos que hacíamos pintadas, sabotajes... Nos fuimos radicalizando al pasar a la acción. Estábamos interesados en conocer la historia de las luchas obreras, la historia de los grupos guerrilleros, lo que se decía en el extranjero de España, lo que publicaban los exiliados catalanes, los españoles, lo que se publicaba en Ruedo Ibérico. Nos interesábamos por la lucha de ETA, de los partidos clandestinos, por la historia de la revolución española, de la Guerra Civil. Estábamos interesados por leer lo que nos escondían, ocultaban y censuraban en España. Este afán de informarse, de conocer, era general. Estábamos muy influenciados por el movimiento contracultural, formábamos parte de él de una manera u otra. También estábamos influidos por nuestros antecesores, los maquis, las guerrillas de Latinoamérica, los Tupamaros, el Che, la ETA, grupos históricos como “Nosotros” de Durruti, García Oliver y Ascaso. Lo importante era pasar a la acción, armarse y prepararse, porque estábamos convencidos de que los franquistas no cederían su poder y sus privilegios sin pelear e intentar mantenerlos por la fuerza. Lo importante era asumir nosotros la lucha sin esperar ni el despertar del Proletariado, ni las indicaciones de los líderes, ni el contexto apropiado, ni la muerte de Franco. Nosotros creíamos que, así como la acción de otros nos concienciaba y nos despertaba, la acción nuestra de resistencia iba a provocar igualmente el efecto mariposa, que se añadirían grupos, como así sucedió.

Este tipo de organización autónoma ya existía, y mejor. No es que hiciéramos o descubriéramos nada nuevo. El grupo 22 de marzo de Cohn-bendit, las Brigadas Rojas, la RAF, eran los que marcaban la resistencia al neocapitalismo incipiente y globalizante en Europa. La ETA y sus grupos eran los que tenían en jaque a los militares franquistas y aliados y sus acciones nos alegraban ya que iban debilitando al régimen. Era un tiempo de muchas recetas políticas, de efervescencia de grupos, con escisiones, nuevos grupos, nuevas recetas, nuevos programas, siglas, etc. Los grupos autónomos se quieren desmarcar de esto con la autonomía, cada uno se hace su propia ley, toma las decisiones y actúa de manera propia. Autonomía proviene del griego y significa “el grupo que se hace su propia ley”, que decide las normas y cómo se organiza, que se retroalimenta por sí mismo, que está capacitado para no depender de los demás, que es capaz de emanciparse a sí mismo. Es la autonomía aplicada a la acción de los pequeños grupos, que se puede extender a organizaciones más grandes. Valorábamos la autonomía en oposición a lo automático, a las normas, principios y reglas que regulan a los grupos políticos. Valorábamos la autonomía frente a los grupos que funcionan por encargo o mandato, o los grupos que son dirigidos, o los mueven a capricho, como los robots. Esta autonomía de la que nos reclamábamos, no impedía que fuéramos conscientes de las muchas ataduras que padecemos y a las muchas contradicciones personales entre lo que se piensa y se hace. De ahí la revuelta para llegar a hacer lo que se piensa y pensar lo que se hace.

No éramos muy militantes y en eso nos equivocamos. No nos preparábamos en cuestiones básicas de seguridad, tácticas, estrategias, formación militar, conocimiento del enemigo. Nuestra mediocridad, falta de organización y preparación impidieron que diéramos golpes certeros como los de la ETA, que evidentemente se pueden, y se podían haber dado. Vivíamos al máximo la vida bohemia de París con múltiples relaciones y descubriendo nuevos intereses, amigos, países y pasatiempos. Reaccionamos al asesinato de Puig Antich con ganas de ir a por todas contra la dictadura, y contra cada una de las barbaries del franquismo. Los combatimos con entusiasmo pero no con preparación y persistencia, anticipándonos a ellos o sorprendiéndoles. Más bien actuábamos respondiendo a los crímenes que la Dictadura cometía. Tampoco reflexionábamos mucho sobre lo que íbamos haciendo. De ahí la repetición de errores. La autonomía era igualmente una necesidad ante las fuerzas represivas, el que no cayera toda una organización grande, el que no hubiera infiltrados, y la convicción de que en pequeños grupos invisibles, incontrolados, anónimos, éramos mucho más fuertes.

Éramos miembros de grupos autónomos ya existentes, que nos uníamos por afinidad sin pretensiones de ser vanguardia sino de participar con acciones que respondieran a nuestros deseos y a las necesidades del movimiento popular existente contra la dictadura. El GARI lo forman varios grupos autónomos: los ex MIL Jean Marc Rouillan, Jean Claude Torres, Nicole… a los que se les añaden sus amigos del instituto, en especial, Mario Inés Torres, Michel Camillieri, Pierre Roger (también hubo separaciones: por ejemplo, Jordi y Pilar, que se ocuparon de las ediciones “Mayo 37” y de su difusión); un grupo de apoyo y solidaridad con los presos que habíamos formado en París; algunos del comité de solidaridad con los ex MIL, “Comité Vidal Naquet” de París; el “Grupo Primero de Mayo”, vinculado a la CNT en el exilio; un grupo anarquista de Toulouse que tenían una imprenta donde se imprimían los folletos de “Mayo 37” y hacían una revista llamada “Basta”; y un grupo que actuaba en el país vasco francés. Es la primera vez que se juntan varios grupos diferentes, que no se conocen los unos a los otros. Ya no es un grupo de amigos que decide pasar a la acción, sino una organización de varios grupos autónomos, más fuerte. La coordinación había sido impulsada básicamente por Jean Marc Rouillan. Los ex MIL y el “Grupo Primero de Mayo” ya eran dos grupos históricos en aquel momento, y buscados por la policía española y francesa. Los que estaban buscados vivían en la clandestinidad, otros hacíamos vida normal en Francia.

Los GARI englobaban diferentes grupos autónomos anónimos que intervenían sin utilizar sigla. El único que tenía sigla, y más antigüedad en el activismo, era el “Grupo Primero de Mayo”. La sigla GARI aparece más tarde, después del secuestro de Suárez y se utiliza para reivindicar el secuestro y dar una imagen de fuerza que no teníamos, ante el régimen franquista, para mostrarnos como una organización con capacidad de actuar, en París, Toulouse, Montpellier, Barcelona, y bien coordinada. Aunque personalmente considero que siempre es más eficaz el anonimato, en este caso tiene su justificación. Paradoja. A los diferentes grupos anónimos nos pusieron en los archvos de la Cour de Securité de l`Etat en una carpeta llamada “GARI”, y fuimos el último caso que investigó esta Corte, ya que luego desaparecería. En cambio, Alberola y los de su grupo, que cayeron con el secuestro Suárez, y que sí tenían sigla, fueron judicializados por el derecho normal, sin quedar enmarcados bajo el nombre “GARI”, a pesar de que el nombre apareció en la prensa con el secuestro Suárez. Insisto en lo de las siglas, porque la sigla MIL, aunque fuera una broma, facilitó el trabajo de la policía, sobre todo estando algunas acciones detalladas en la revista CIA. Y también supuso un problema para los obreros de Plataformas o militantes vinculados a las ediciones “Mayo 37”, que se vieron de golpe vinculados con los atracos del MIL, hecho que finalmente provocó la autodisolución, para que cualquiera quedara libre de la vinculación con el MIL. Y la OLLA fue bautizada por la policía, como dijeron los propios compañeros del MIL, por su necesidad de englobar en un grupo a incontrolados que actuaban autónomamente.

“No somos ni la vanguardia del proletariado ni el partido revolucionario. No representamos a nadie más que a nosotros mismos. Somos engranajes de una sociedad que nos explota y nos oprime y queremos VIVIR y COMPRENDER.Lo esencial de nuestra trayectoria es haber intentado VIVIR cambiando en nuestra vida cotidiana las relaciones estereotipadas, jerarquizadas, artificiales, entre individuos. Esto nos ha llevado a una tentativa de comprensión más amplia de nuestra situación en la sociedad.Nos ha llevado a luchar contra todo lo que nos aliena (el capital, su Estado tentacular y todo lo que se le someta: partidos y grupúsculos políticos, burocracias sindicales etc.). Y también nos ha llevado a intentar socorrer realmente a los amigos amenazados de muerte, empleando excepcionalmente medios particulares que se corresponden con esta situación concreta (y no con la intención de priorizar en el futuro este tipo de métodos).”
(De un texto de noviembre de 1974 firmado “Los Dinamiteros vascos”)

La coordinación inicialmente era para intensificar la campaña para salvar a Puig Antich. No estaba en ella, al menos en los primeros contactos en Toulouse, la idea de acciones violentas. Podían tener un efecto contraproducente como lo tuvo el atentado de Carrero Blanco. No pensábamos que lo fueran a ejecutar tan rápido, ni siquiera que el nuevo gobierno que se presentaba como liberal, de apertura y progresista, iba a cometer el crimen. Pero las acciones legales, las peticiones, las recogidas de firmas, la búsqueda de apoyos, la solidaridad de la población… no funcionaron. Eso nos llevó a una impotencia, decepción, desesperanza y a decidir que sólo podíamos contar con nosotros mismos.

Manuel Vázquez Montalbán, dirigente del PCE por aquel entonces, en la novela, “Autobiografía de Franco”, explica en pocas palabras cómo el PCE y la oposición democrática decidieron no hacer nada, priorizando así los pactos con los franquistas a la muerte de un anarquista:
“Difícil explicarle a usted el porqué de la escasa reacción española, ante el asesinato legal de Puig Antich, un joven anarquista que mató a un policía mientras forcejeaban por una pistola. Tampoco reaccionó la oposición. La oposición empezaba a ver la salida del túnel, con su féretro por delante, excelencia, y no quiso arriesgar territorios de libertad factualmente recuperados, por la muerte de un anarquista… Hubo algunas manifestaciones, sobre todo en Barcelona. Extrema izquierda. Cristianos para el socialismo. Simples horrorizados ante la operación de matar, pero los estados mayores de los partidos trataban de despegarse de la violencia, en busca de una respetabilidad pactante de la futura llegada de la democracia a España. Eso no quiere decir que no nos tragáramos aquél cadáver como un sapo y que no fuera necesaria mucha verbalidad para hacerlo digerible”.

Cualquiera podrá comprender el resultado de la peregrinación a las sedes de los partidos y organizaciones en el exilio para que apoyaran a los MIL en París. Nos echaban. Unos decían que eran gánsters, delincuentes, que este grupo nadie lo conocía, que la población no entiende que se hagan atracos y se mate un policía para combatir a Franco… Otros más decentes, argumentaban que estaban muy ocupados con el proceso 1001, de Camacho y compañía, otros nos daban las gracias por la información y nos decían que estudiarían que podían hacer. En fin, nada. Sólo conseguimos algunas firmas sueltas de intelectuales. Pero en aquel tiempo el partido importante era el PCE, que lideraba las luchas en España. No quisieron. El mismo resultado tuvieron otros compañeros que hicieron las gestiones en Barcelona, contactando con la Asamblea de Catalunya. Lo iban dejando de lado una semana tras otra. No les interesaba. Tenían temas más importantes que discutir.

Años más tarde supimos la causa de esta falta de solidaridad y rechazo a apoyar a los del MIL. Después del atentado contra Carrero Blanco, Carillo pacta con la dictadura. Agentes de la dirección nacional de seguridad lo llaman a París: “Don Santiago, nos vamos a ocupar especialmente de los presos del proceso 1001 –que empezaba aquel día-, y le garantizamos la máxima seguridad. Nuestra lucha no es contra ustedes, sino contra los terroristas”. Aquella misma noche salieron de la Modelo algunos de los ciento trece presos de la Assamblea de Catalunya. Los otros salieron al día siguiente. Carrillo condenó el terrorismo de ETA y a los grupos armados. Ya podíamos nosotros ir llamando a las puertas. Tenían directivas de arriba de que la política a seguir era no apoyar a los que ellos ya también llamaban terroristas. Dejaron a Puig Antich para que los ultras satisficieran su venganza. Decidió la ejecución el gobierno más liberal de la dictadura franquista, después de tres semanas de hacer proclamas de apertura, liberalización, etc. ¿Por qué actuaron así? El gobierno Arias Navarro sabía que Puig Antich no tenía el apoyo de la oposición liderada por el PCE. También lo sabía Fraga Iribarne, embajador en Londres, quien en esta época se estaba reuniendo para crear PRISA y el periódico El País con los franquistas Cebrián y Polanco.

Los GARI surgieron como reacción a la ejecución de Puig Antich, condenado a garrote vil en un Consejo de guerra militar y para defender a los presos del MIL que arriesgaban la pena de muerte. En especial, Oriol Solé Sugranyes y José Luis Pons Llobet. Nació como reacción a un asesinato de Estado, a la violencia del Estado, al terrorismo de la dictadura. El asesinato a garrote vil de Salvador Puig Antich nos conmocionó y nos decidió a pasar a las acciones. Fue un momento de exasperación, de indignación y decepción por no haber podido evitarlo. Estábamos afectados y decidimos implicarnos en la lucha clandestina y violenta contra la dictadura denunciando al mismo tiempo a la oposición democrática. Enseguida sentimos la necesidad de unir esfuerzos y capacidades para realizar acciones más importantes. Decidimos pasar a los atentados y secuestros.

El objetivo concreto de los GARI fue, pues, impedir un nuevo asesinato de militantes del MIL, liberar a los compañeros presos y vengar la muerte de Puig Antich, atacando con fuerza a la dictadura franquista en el exterior. Su objetivo general era potenciar grupos autónomos armados, sabiendo que los ultras y fascistas no iban a desmantelarse por las buenas ni a perder sus privilegios sin pelear. Partíamos de la base de que las reivindicaciones de la oposición, incluso las del rey Juan de Borbón, de desmantelar el aparato franquista, amnistía y libertades democráticas, no se conseguirían pacíficamente. Los ultras pelearían y nosotros debíamos prepararnos como en el 36 ante la posibilidad de sus intentonas asesinas. Mientras nosotros y muchos grupos revolucionarios pensábamos en la revolución, la CIA trabajaba para mantener el aparato franquista con la sucesión de Juan Carlos, y sobre todo sus bases en España y el control de la policía secreta. Los historiadores franquistas, monárquicos y afines llaman a la Transición española “el acontecimiento más importante realizado en España desde los Reyes Católicos”. La historia oficial la siguen escribiendo los vencedores.

Los GARI no fueron desmantelados por la represión, se autodisolvieron a finales de Agosto de 1974. A partir de esta fecha, ya no reivindicarían ninguna acción. Las siglas perduraron en los medios de comunicación a causa del encarcelamiento de algunos de sus miembros. La autodisolución estaba prevista desde la constitución del grupo y no se planteó nunca crear una organización de lucha armada. Un escrito de febrero de 1975 firmado por “un grupo que participó en la coordinación GARI” explica los motivos:

“No queremos perpetuar unas siglas, un momento de la lucha. Sería hacer lo contrario de lo que pensamos. Porque la lucha no tiene principio ni fin, porque una revolución no tiene principio ni fin, excepto para quien cuenta el tiempo en función de su acceso al poder. Porque todo nos demuestra que una organización que se petrifica acaba por tener demasiadas cosas que perder, unas siglas, una representación, para ser realmente un medio de lucha; se convierte en un fin en sí misma, pretende ser un interlocutor válido, y esto CONTRA aquellos que rechazan sus tácticas politiqueras, frentistas. Contra los proletarios mismos, todos ellos convertidos en provocadores, delincuentes… Los GARI no existen ya como coordinación de grupos. Mañana, puede que se establezca otra coordinación con otros objetivos o con los mismos; con otros grupos autónomos o con los mismos. Otras siglas verán la luz y después desaparecerán. Para nosotros, la verdadera constante es el grupo autónomo, constituidos por proletarios reunidos sobre la base de una afinidad real, teniendo por costumbre vivir, luchar, discutir, criticar, conjuntamente. Los acuerdos provisionales contraídos con otros grupos son para nosotros una de las condiciones esenciales para evitar el militantismo y la burocracia, para evitar que la gente se desresponsabilice individual y colectivamente en el seno de una estructura fija, hecha para proporcionar seguridad. Conocemos demasiado bien el papel de los burós políticos, de las organizaciones, de las federaciones, de los grupúsculos, para confiar en una coordinación permanente. Cuando la base se dota de una representación permanente, partido, federación, sindicato, coordinadora, se instala la burocracia, se crean jefes, delegados permanentes, protegidos por un aparato en el cual la falta de transparencia hace necesaria la división de tareas. Esas tareas se convierten en especialización. Esta especialización se convierte en jerarquía de hecho…”.

Estractos de un texto escrito por Txema Bofill y publicado en el libro “Por la memoria anticapitalista. Reflexiones sobre la autonomía”. Editorial Klinamen.

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