10 feb 2010

Las flores de Mateo


Mateo Morral Roca nació en Sabadell (Barcelona) en 1880.Hijo de comerciantes textiles de Barcelona, hablaba varios idiomas debido a sus viajes familiares y en uno de ellos, en Alemania conoció e hizo suyo el anarquismo,quizá,un anarquismo cercano a Stirner(de fuerte influencia en la Alemania de finales del s.XIX). De vuelta en España decidió abandonar el negocio familiar y marchó a Barcelona, donde desempeñó el cargo de secretario de la Cooperativa anarquista barcelonesa, y al poco tiempo entró a trabajar como traductor y encargado de la biblioteca de la Escuela Moderna de Francisco Ferrer i Guardia.

El episodio que realmente hizo pasar a la historia a Mateo Morral y le dió a conocer ocurrió en 1906 tras el atentado contra Alfonso XIII y Victoria Eugenia el 31 de mayo de ese mismo año ,el día de su boda.Arrojó un ramo de flores con una bomba casera desde el balcón de la pensión en la que se hospedaba en el tercer piso del número 88 de la calle Mayor.


No todos los días se celebraban actos tan importantes y la Iglesia de San Jerónimo el Real fue el marco regio para aquella boda a la que asistió toda la nobleza europea. La novia, Victoria Eugenia, era la nieta de la Reina Victoria de Inglaterra. Llegaba a la iglesia en compañía de su madre María Cristina. El novio Alfonso XIII esperaba cerca del Cadernal Sancha, Arzobispo de Toledo al pie de las gradas del altar mayor... Terminada la ceremonia, subieron a su carroza rodeados de su séquito, cruzando por todo el centro de Madrid en dirección al Palacio Real. Sin pensar que les esperaban las flores de Mateo en la calle mayor (calle que durante la Guerra Civil se llamo c/Mateo Morral).

El ramo iba dirigido hacia la carroza real, pero en su caída tropezó con el tendido del tranvía y se desvío hacia la multitud que estaba observando la comitiva.Los reyes salieron ilesos, pero casi una treintena de personas murieron, y un reducido número de caballos (entre ellos el de el rey).

La carroza iba rodeada de una Compañía del Regimiento de Wad-Ras nº 50 que le daba escolta junto con la Guardia Real. Tras la explosión la Guardia Civil rodeó la casa desde donde se había lanzado el explosivo.Una vez hechas las primeras investigaciones en la Casa de Huéspedes de la casa nº 88 las fuerzas represivas pudieron averiguar que uno de los huéspedes se inscribió con el nombre de Mateo Morral, soltero, natural de Barcelona, de 25 años de edad, de profesión fabricante, y que había alquilado la mejor habitación de la pensión por la cantidad de 5 duros diarios pagando 14 días por adelantado.

Despúes de la explosión Morral consiguió escapar entre la multitud y se dirigió a la redacción del Diario El Motín, donde preguntó por el director quien con ayuda de unos amigos consiguió sacarlo de Madrid. Durante el proceso no pudo demostrarse relación alguna anterior entre ellos, solo que el periodista escribió en su periódico “que llegaba a considerar de más baja condición moral al delator que al asesino.”

Pero el 2 de junio fue reconocido por varias personas en un ventorrillo, cercano a Torrejón de Ardoz, donde se detuvo para comer. Estas personas avisaron a un guarda jurado particular de campo, Fructuoso Vega, que tras algunas averiguaciones, le conminó a seguirle. Se entregó pacíficamente, pero cuando era conducido por el guarda al cuartelillo de Torrejón de Ardoz, le mató de un tiro y se suicidó a continuación.Su cuerpo como el del guarda fueron mostrados en el ayuntamiento del
pueblo hasta que se los llevaron a Madrid a las pocas horas.

-Informe de la autopsia de Morral : Fue realizada la autopsia en la Clínica del Hospital del Buen Suceso en Madrid. El informe pericial dice así:"Cadáver de hombre que representa tener de 24 a 26 años, moreno, con el pelo negro, formando en la región frontal un tupé de grandes dimensiones, con la barba crecida y el bigote al parecer recientemente cortado con tijeras". "Viste traje de tela azul, teniendo desabrochadas la blusa. Lleva puestos calcetines color café y alpargatas nuevas, de tela verde, ojetes dorados y planta de cáñamo. Son nuevas o al menos poco usadas". "En el centro del tórax presenta una herida penetrante, al parecer de arma de fuego, con orificio de entrada de centímetro y medio aproximadamente de diámetro. Los bordes de un color negruzco como de quemadura de pólvora". "De esta herida se desprende pequeña cantidad de sangre y ya coagulada que corre a lo largo del pecho. La camisa está manchada de sangre". "En el dedo medio de la mano derecha y en la parte izquierda de la primera falange, hay una pequeña erosión, al parecer no reciente"."En el pómulo puede verse una equímosis; en la frente una pequeña erosión; otra de mayores dimensiones en el labio inferior, próxima a la barbilla"."Los ojos los tiene entreabiertos."El día 4 le hicieron la autopsia y el 5 era conducido al Depósito de cadáveres en el furgón del Cementerio Civil del Este. Se le dió sepultura a las 3:40 de la tarde en 4ª clase, temporal, zona de adultos, cuartel 3º, manzana 1ª, letra C.


La policía no pudo vincular ningún sindicato ni organización anarquista con Mateo Morral, a pesar de los detenidos y del grosor del sumario. La fiscalía intentó, por todos los medios, involucrar al pedagogo catalán Francisco Ferrer i Guardia, creador de la Escuela Moderna en la que Morral había sido bibliotecario. Este, libertario emblemático de fama internacional (Man Ray exportó a EE.UU. su proyecto pedagógico), sería cabeza de turco y, si en esta ocasión consiguió desligarse, pero fue fusilado tres años después, acusado de incitación a la Semana Trágica, cosa que nunca se probó, provocando protestas en toda Europa, lo que hizo caer el gobierno de Maura.

Por otro lado entre los que comenzaron a declarar en contra de Morral, uno de ellos, D. Vicente García Ruipérez manifestó ante el Juez (no se sabe bien si por protagonismo,dinero, o por "colaborar") declaró que "el día 20 de mayo, a las 6:30 de la tarde hallándose en el Retiro cuando paseaba con uno de sus hijos pequeños que estaba convaleciente, se sentaron en un banco en una de las avenidas transversales al Paseo de Coches, observó que dos individuos estaban sentados en otro banco delante del quinto árbol de la primera fila y se entretenían alternativamente en grabar o pintar algo en la corteza de dicho árbol con un objeto que tenían en la mano. Ambos vestían muy decentemente, uno con gorra japonesa y el otro con sombrero flexible.Cerca de las 8:00 el Sr. Ruipérez se levantó para marcharse y trató al pasar muy cerca del árbol por si podía ver lo que habían hecho en él. Pero la vista no alcanzo para ver su curiosidad. Cansado de pasear sin lograr ver lo que allí habían dibujado, regresó a su casa. Al día siguiente, realizando su paseo acostumbrado con su hijo, volvió a pasar ante el árbol ante el que ahora no había nadie. Y se acercó para quedar asombrado al ver lo que habían tallado en la corteza. Se trataba de una calavera con dos tibias cruzadas, rodeadas por un círculo irregular. Bajo las tibias se podía leer:"Ejecutado será Alfonso XIII Día de su enlace. Un irredento".Y a la derecha como si fuese una firma se leía "Dinamita".Al tener noticia del terrible atentado, recordó inmediatamente el dibujo en el árbol y al ver en la prensa la fotografía de Mateo Morral, reconoció de inmediato a uno de los dibujantes del árbol, el del sombrero flexible".
Otro ciudadano se presentó en la Casa de Canónigos para declarar que conocía a Mateo Morral y el sitio donde supuestamente comió hasta el 31 de mayo, que era el Café Francés al que él concurría.

El atentado en sí, sus consecuencias, y el final de Mateo Morral provocaron un gran impacto en la opinión pública y también tuvieron hondo calado en los círculos intelectuales modernistas, pues el libertario catalán, en su breve estancia en Madrid, acudía con frecuencia a las tertulias modernistas, hasta tal punto que, según cuenta Ramón Gómez de la Serna, la víspera del atentado estuvo presente en la horchatería de Candelas en la calle de Alcalá.

En La Horchatería de Candelas en la calle de Alcalá se reunían por aquel entonces los escritores y artistas modernistas del momento: Azorín, Ricardo Baroja, Valle-Inclán, Pío Baroja. De entre todos ellos, Pío Baroja es el que más recuerdos nos ha dejado sobre el libertario catalán y sus andanzas por Madrid. De hecho, el atentado de la calle Mayor y la posterior huida de Morral le inspiraron al escritor una novela, La dama errante (1908), de ahí que los recuerdos barojianos acerca de este hombre de acción sean muchos. Décadas después, en sus memorias redactadas en la postguerra, recordaba así a Mateo Morral y su paso por el local de la calle de Alcalá:
”El año 1906 fue el atentado de Mateo Morral en la calle Mayor contra los reyes. Este atentado nos produjo una impresión extraordinaria.
Creo que también la produjo en Madrid y en España. Todo el mundo se preguntó qué objeto podía tener aquello.
Por lo que nos dijeron, Mateo Morral, el autor del atentado, solía ir a la cervecería de la calle de Alcalá donde nos reuníamos por entonces varios escritores.
Parece que le acompañaban Francisco Iribarne, un tal Ibarra, ex empleado del tranvía y luego tabernero, y un polaco Dutrem Semovich, viajante o corredor de un producto farmacéutico llamado la Lecitina Billón. Ibarra estuvo preso después del crimen.
El polaco e Ibarra recuerdo que tuvieron una noche un gran altercado con el pintor Leandro Oroz, que dijo que los anarquistas dejaban de serlo en cuanto tenían cinco duros en el bolsillo.”

(Pío Baroja, Desde la última vuelta del camino, Biblioteca Nueva, Madrid, 1949, pág. 790)
Por su formación intelectual, sus inquietudes ideológicas y artísticas, no es de extrañar su presencia en el ambiente cultural madrileño de 1906 y su interés por las tertulias intelectuales de los cafés. Algunos de los escritores modernistas compartieron mesa y tertulia con Mateo Morral, de ahí el gran impacto que en todos ellos causó el atentado, su autoría y la curiosidad por comprobar y reconocer quién era el anarquista catalán capaz de semejante acción. Esa es la causa por la que los hermanos Baroja y el propio Valle-Inclán acuden a ver el cadáver de Mateo Morral a la cripta del Hospital del Buen Suceso. Baroja, en el prólogo a La dama errante (1908), proporciona detalles más concretos:
“Yo creo que no hablé nunca con Morral . El hombre era oscuro y silencioso; formaba parte del corro de oyentes que, todavía hace años, tenían las mesas de los cafés donde charlaban los literatos. (...).
Después de cometido el atentado y encontrado a Morral muerto cerca de Torrejón de Ardoz, quise ir al hospital del Buen Suceso a ver su cadáver; pero no me dejaron pasar.En cambio, mi hermano Ricardo pasó e hizo un dibujo y luego un aguafuerte del anarquista en la cripta del Buen Suceso.Mi hermano se había acercado al médico militar que estaba de guardia a solicitar el paso, y le vio leyendo una novela mía, también de anarquistas, Aurora Roja. Hablaron los dos con este motivo, y el médico le acompañó a ver a Mateo Morral muerto.”

Años más tarde, en 1924,Ramón María del Valle-Inclán, en el prólogo a la novela de Ricardo Baroja, El pedigree, hace constar su presencia aquel día en la cripta del Buen Suceso:
“ ¡Grotescas horas españolas en que todo suena a moneda fullera! Todos los valores tienen hoja - la Historia, la Política, las Armas, las Academias -.Nunca había sido tan mercantilista la que entonces comenzó a llamarse Gran Prensa - G.P.- . ¡Maleante sugestión tiene el anagrama!. En aquellas ramplonas postrimerías, trabé conocimiento con Ricardo Baroja. Treinta años hace que somos amigos. Juntos y fraternos, conversando todas las noches en el rincón de un café, hemos pasado de jóvenes a viejos. Juntos y diletantes asistimos al barnizaje de las exposiciones y a los teatros, a las revueltas populares y a las verbenas: Par a par, hemos sido mirones en bodas reales y fusilamientos. Mateo Morral, pasajero hacia su fin, estuvo en nuestra tertulia la última noche. Le conocimos juntos, y juntos fuimos a verle muerto. Ricardo Baroja hizo entonces una bella aguafuerte: Yo guardo la primera prueba. Ajenos a la vida española, sin una sola atadura por donde recibir provecho, hemos visto con una mirada de buen humor treinta años de Historia.”

(Ramón del Valle-Inclán, Varia. Artículos, Cuentos, Poesía y Teatro. Edición de Joaquín del Valle-Inclán, Col. Austral, Espasa Calpe, Madrid, 1998, págs. 450-51). También Valle-Inclán escribió un poema Rosa de Llamas (1918), cuyo principal motivo fue también Mateo Morral.
Rosa de Llamas
Claras lejanías...Dunas escampadas...
La luz y la sombra gladiando en el monte.
Tragedia divina de rojas espadas
Y alados mancebos, sobre el horizonte.
El camino blanco, el herrén barroso
La sombra lejana de uno que camina,
Y en medio del yermo, el perro rabioso,
Terrible el gañido de su sed canina
..¡No muerdan los canes de la duna ascética
La sombra sombría del que va sin bienes,
El alma en combate, la expresión frenética,
Y el ramo de venas saltante en las sienes!...
En mi senda estabas, mendigo escotero.
Con tu torbellino de acciones y ciencias:
Las rojas blasfemias por pan justiciero,
Y las utopías de nuevas conciencias.
¡Tú fuiste en mi vida una llamarada
Por tu negro verbo de Mateo Morral!
¡Por su dolor negro! ¡Por su alma enconada,
Que estalló en las ruedas del Carro Real!...




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